Recorrer Trinidad permite no sólo conocer a una de las ciudades mejor conservadas de América sino también elevar el espíritu con las bellezas arquitectónicas que posee y con un pasado de leyendas y realidades inigualables.
Las antiguas mansiones y palacetes que exhibe la ciudad guardan muchas historias, aún por descubrir. En sus amplios salones brilló lo mejor de la intelectualidad cubana en sus asiduas tertulias. Muchas de estas mansiones, convertidas hoy en Museos, ofrecen al visitante la posibilidad de descubrir el esplendor de una época, donde la riqueza de unos pocos, basada en la industria azucarera, estuvo sustentada por la más infame de las ignominias contra el ser humano: la esclavitud.
Artísticas verjas, mamparas, vitrales, puertas y ventanas de madera preciosa, el empedrado de sus calles y sus techos de tejas de barro rojo caracterizan a esta ciudad, fundada en enero de 1514 por el Adelantado Diego Velázquez.
Al límite de la ciudad de Trinidad se extiende el maravilloso Valle de los Ingenios, una explanada caracterizada no solo por su belleza y diversidad sino también por la rica historia que encierra.
Gracias a la mano de obra esclava los antiguos cañaverales del valle fueron creando la opulencia en que llegaron a vivir los dueños de los ingenios azucareros que poblaron el valle en el siglo XIX.
Para suerte, tanto de la localidad como del patrimonio mundial, Trinidad, al centro sur de la Isla, conservó sus atributos de antaño y se mantuvo firme en su decisión de conservar un legado que ya sobrepasa los 500 años.
Versatilidad de sus habitantes para las artes manuales, plásticas y para la artesanía en general, calles estrechas y patios interiores; eso y mucho más le aguarda en Trinidad, una ciudad llena de luz, donde se conjugan el sol, el mar, las montañas y una infraestructura hotelera y extrahotelera que después de conocer lo hará querer volver. Sean Bienvenidos a Trinidad de Cuba, la Ciudad Museo del Mar Caribe.